Foto: Escuela San Isidro de Galipan, Vargas (2015) |
Podemos decir que, la
familia es un grupo de personas que se encuentran unidas a través del
parentesco. Esa unión se encuentra conformada por vínculos consanguíneos o
vínculos sanguíneos reconocidos por la sociedad en la mayoría de los casos. La
familia es considerada como una organización en la cual el ser humano puede
constituir de diferentes formas.
Por otro lado, tenemos que
la definición del concepto escuela radica en toda organización sea de carácter público o privado donde se
imparte una serie de conocimientos a un grupo determinado de personas con la
finalidad de formar ciudadanos para el desarrollo de la nación.
En cambio, se define
democracia como una forma de organización social en la cual la titularidad y la
dirección del poder reside en el pueblo. De hecho en palabras de Abraham
Lincoln, político estadounidense, decía que: “La democracia es el gobierno del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. El objetivo de la democracia es poder
organizar las voces de las personas respecto a los diferentes retos que se
enfrentan en conjunto como sociedad, resaltando así valores tan importantes
como el pluralismo y la libertad.
Teniendo ya los conceptos de
familia, escuela y democracia podemos aludir que estas “instituciones” actualmente
en Venezuela están siendo desmembradas a raíz de la crisis que actualmente
padece el país, una crisis que va más allá de lo económico, atañe valores e
incluso llega hasta lo moral, en consecuencia este divorcio entre familia y
escuela, que queda en evidencia día tras día.
La relación
[familia-escuela] es de vital importancia porque por un lado la familia es la
principal institución formadora del individuo, es allí donde el niño o
adolescente aprende a desenvolverse. La escuela por su parte es otra de las
instituciones encargadas de la formación ciudadana y social de ese niño que
además forma parte de una gran comunidad en la cual posee características
culturales que lo definirán como ciudadano. Pero en definitiva es la relación [familia-escuela]
que sentará las bases para diseñar de cierto modo esa sociedad que buscamos
tener, una sociedad donde las distintas voces se escuchen y se respeten en un
ambiente de tolerancia, donde la democracia como principio sea la fuente para
el desarrollo y estabilidad de los distintos procesos que se dan dentro de la
misma dinámica social.
La familia venezolana actual
debe enfrentar una serie de situaciones que hacen parte de la crisis que padece
el país, las familias por lo general necesitan de un marco referencial para
educar, orientar y educar a sus hijos, pero ese marco referencial no satisface
las demandas de sus hijos frente a un ambiente convulso, inestable e inseguro,
no es lo mismo la educación de una familia en el año 1960 a educar en año 2018.
Es por esto que la familia
debe encontrar mecanismos para brindarles la mejor formación a sus hijos, pero
la escuela debe estar abierta a la familia y a la comunidad para poder
encontrar las herramientas claves para trabajar en la formación educativa.
La escuela venezolana por su
parte se encuentra en una situación algo similar, al estar ideologizada por los
grupos de poder, que solo buscan su permanecía por un largo periodo de tiempo,
ignorando la verdadera realidad de la educación. La escuela como institución ha
perdido calidad y para nadie eso es un secreto, la escuela ha perdido el
enfoque primordial: que es la formación de ciudadanos capacitados, empoderados y
aptos para cumplir un rol dentro de una sociedad que necesita crecer en
valores, en lo económico, en lo moral, que necesitad rescatar nuevamente ese
equilibrio tan sano para lograr una nación donde los principios democráticos
dignifiquen el esfuerzo de cada individuo, donde los derechos humanos se
respeten sin excepción alguna.
La escuela y la familia
están destinadas a trabajar juntas, pero ambas necesitan de una democracia
real, porque el objetivo de las democracias es garantizar la igualdad de
derechos entre los ciudadanos. Es nuestro derecho recibir una educación de
calidad, una educación que forme ciudadanos para vivir en comunidad, una
educación que brinde soluciones a los distintos problemas que se deban
enfrentar, una educación que realmente satisfaga las demandas de esta nueva
generación de hombres y mujeres, una educación que enaltezca la esencia de
quien asume el liderazgo en las aulas y dignifique el trabajo que desempeña.
La familia y la escuela han
de tener claros sus papeles y fomentar la vida comunitaria, como fundamento de
toda posterior experiencia social. La democracia debe trascender y permear en
cada individuo, en cada ciudadano. Si queremos reconstruir el país, debemos
empezar desde ya ¿Y qué mejor lugar que la familia? ¿Qué mejor lugar que las
escuelas?
Vamos a rescatar nuestra
democracia, para eso podemos empezar con pequeños detalles en nuestras
familias, empezar a oír nuestras diferencias, dialogar, negociar, llegar a
acuerdos, ceder; lo mismo aplica para las escuelas, todavía más cuando somos
docentes, porque nuestro ejemplo se debe materializar en nuestra diario
desenvolvimiento, oír nuestros estudiantes, negociar, solucionar las
inquietudes que estos presenten, hacer cumplir las normas con justicia, sin
abuso de poder.
Así mismo en resumen, la
experiencia temprana en la familia de formas de comunicación basadas en el
diálogo y el consenso sustentarán actitudes democráticas de participación,
colaboración y cooperación. En consecuencia, este aprendizaje será reforzado en
la escuela si pone en práctica actividades en las que los alumnos trabajen en
equipo, utilicen la negociación para resolver sus conflictos y pongan en
práctica los valores de la vida comunitaria, en los que se han iniciado en el
hogar.
De esa manera estaremos
haciendo frente al autoritarismo, fomentando una democracia sana desde la
relación [familia-escuela], una excelente y buena idea para hacerle oposición a
este sistema que ha golpeado nuestra identidad como venezolanos.
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